Con Paloma Rosado hablamos sobre ¿Cómo afrontar el duelo?¿Cómo afrontar esta etapa que antes o después aparecerá en nuestras vidas?.
“¿Qué es exáctamente el duelo me preguntan a veces? Dolor, puro dolor, conformado por piezas recias que en realidad están huecas, son ausencia, hielo seco. Nuestro cerebro mamífero se expande en la fusión, el vínculo, la alianza y nuestro corazón goza con el encuentro y la adicción. Sin embargo, lo normal es que el duelo aparezca en nuestra biografía antes o después para expulsarnos de una realidad conocida y, generalmente, amada trasladándonos a otra impuesta en la que siempre hace frío. Es un tránsito, un proceso, un discurrir no deseado -aunque es posible que pueda desembocar en el hallazgo de un sentido personal. Y eso es lo deseable-.
No, el duelo no es una patología que requiera medicalizarse. Es cierto que nos inunda de una buena cantidad de ‘emociones negativas’ como tristeza y aflicción, enfado, miedo, frustración, añoranza e incluso de culpa y ambivalencia -muy presente en los casos de adolescentes-. Pero el duelo sano es un proceso adaptativo beneficioso. Es la expresión natural de un ser humano al que le han quitado lo que más amaba. Ya nunca más podrá cogerle de la mano y eso duele tanto, tanto. Por eso todas esas emociones pueden aparecer y circular por nuestra vida cotidiana durante meses. La clave es que no se estanquen, que no creen un atasco que impida el movimiento, la libre circulación, el empuje del ‘enganche’ a la vida. Ese es el riesgo. Que aparezca la victimización, la congelación o la negación. Por eso, como agentes de prevención funcionan estupedamente los buenos amigos –los que acompañan sin imponer sonrisas ni robarlas- y la familia nutricia. También ayuda mucho prestar atención al cuidado del cuerpo y el alma –¡afortunados los que siguen una práctica espiritual! Aunque no restará dolor, con el tiempo podrá engrosar el sentido del que hablábamos antes-. Y sin duda alivian generosamente los espacios de apoyo donde se puede compartir y expresar con libertad. En esta sociedad -que tiene sus cosas buenas y malas- la ocultación del dolor, la muerte y la enfermedad son sin duda lastres a revisar. Menos mal que la creatividad humana ha dado con fórmulas de reparación como los grupos de autoayuda, los espacios terapéuticos, la figura del facilitador… que en el tecnológico siglo XXI son de un valor incalculable.
También los niños viven sus duelos y si el estilo de los padres -o de los cuidadores principales- no resulta saludable lo aprenderán, se resentirán y lo reflejarán en su tono general, los estudios, la alimentación, el sueño, los cambios de humor… Ellos sobre todo necesitan un espacio de seguridad y apoyo –a ser posible, la familia- en el que poder expresar sus inquietudes y temores sabiendo que: siempre habrá un adulto que se ocupe de ellos, que no tienen culpa en lo que ha pasado y que habrá un día en el que volverán a sentirse bien.
Así se manifiestan los duelos sanos: con movimiento. Pero la realidad es que también existen duelos complicados, atascados, en los que resulta esencial buscar ayuda. Pueden estar relacionados con la evidencia del calendario o con ciertas condiciones -muerte por suicidio, sin cuerpo (persona desaparecida), muerte durante el proceso de divorcio, en la gestación…-. Sí, hay circunstancias que complican que se desarrolle un duelo sano, pero no lo imposibilitan. Porque de algún modo también en la pérdida uno se duele como vive….Incluso algunos aseguran que, uno muere como vive.
Paloma Rosado