La sexualidad es una parte integral del ser humano, y va evolucionando conforme nuestro ciclo vital. Hace unos días se celebraba el Día Mundial de la Salud Sexual. Lucrecia Zurdo, psicóloga, sexóloga y miembro del Instituto de Interacción nos comparte unas reflexiones sobre cómo vivir nuestra vida sexual cuando vamos envejeciendo.
El pasado 4 de septiembre se celebró, por octavo año consecutivo, el Día Mundial de la Salud Sexual.
«La salud sexual es un estado de completo bienestar físico, emocional, mental y social en relación con la sexualidad, no es solamente la ausencia de enfermedad, disfunción o malestar. La salud sexual requiere un enfoque positivo y respetuoso hacia la sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de coerción, discriminación y violencia. Para que la salud sexual se logre y se mantenga, los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y cumplidos»
La sexualidad es una parte integral del ser humano. Su desarrollo pleno depende de la satisfacción de las necesidades básicas como el deseo de contacto, intimidad, expresión emocional, placer, ternura y amor. Es una parte importante en la existencia humana, en cualquier etapa de la vida, la sexualidad evoluciona a través del ciclo vital.
«Somos seres sexuados desde que nacemos hasta que morimos»
Hasta hace bien poco, la idea de que las personas de edad avanzada mantienen relaciones sexuales no estaba bien aceptada por la sociedad, la actividad sexual en los ancianos era considerada inapropiada, inmoral e incluso una conducta perversa, dando lugar a una supuesta «inexistencia», en la vejez la sociedad imponía que la sexualidad debía ser ignorada, ahora sabemos que esta etapa de la vida conlleva la necesidad psicológica de una actividad sexual continuada.
«No hay edad en la que la actividad sexual, los pensamientos sobre sexo o el deseo finalicen»
Hemos sido testigos de un importante cambio a este respecto y actualmente ha habido un aumento del número de personas de edad avanzada de ambos sexos que buscan consejo y tratamiento de las disfunciones sexuales que pueden padecer, así como respuestas a las dudas que aparecen acerca de los cambios sexuales que se presentan.
Con la edad, por lo general, disminuye el apetito biológico sexual, pero no ocurre lo mismo con la atracción sexual, las necesidades afectivas, ni con el sentido de la comunicación genital, todo ello sigue estando muy presente y en ocasiones incluso aumentando hasta el final de la vida.
Los contactos sexuales se modifican cualitativamente con la edad: el acto sexual mal llamado pleno o coito deja de ser el objeto y fin de la aproximación y se realzan otros aspectos como lo sensual, lo erótico, lo afectivo u otras actividades genitales (caricias, masturbaciones…) buscando más la comunicación humana y el contacto gozoso que el desahogo instintivo.
Partiendo del máximo respeto a la individualidad, debemos comprender y aceptar que la sexualidad no se reduce a la genitalidad y a lo biológico, sino que incluye también importantes facetas sensuales, interpersonales, emocionales y del espíritu que tenemos que cultivar en su conjunto e inseparablemente.
Resulta conveniente alentar a que las personas de edad se animen a vivir y disfrutar se sexualidad, diferente a la de su edad joven, pero renovada y en algunos puntos mejorada con relación a aquella. En la vejez ya no importa tanto la pasión, el rendimiento o el orgasmo cuanto el cariño, el goce, la contemplación tierna o el recreo erótico. Son nuevos matices, más variados y ricos que con frecuencia superan el placer de etapas anterioes.
Con la edad no se «pierde», se «cambia» la actividad sexual, como tantas otras cosas en la vida.
Lucrecia Zurdo Molón