Por Óscar López
Psicólogo y Docente de Terapia Psicodinámica
Había terminado nuestra segunda sesión. Al levantarse de la butaca la consultante me dijo:
– “¿Esta terapia que vamos a empezar es un psicoanálisis?
– “No pero sí ” contesté.
– “Explícate por favor”
– “¿Estamos hablando ahora en latín? Pregunté
– “Sí pero no” -ella era una gran experta de la lengua española- básicamente al expresarnos en castellano estamos hablando en latín pero es algo más”.
Nos reímos.
– Dije: “Pues ahora te explicaré mi algo más …”
¿Qué define una psicoterapia psicodinámica?
Una cura por la palabra
Lo primero es el término terapia. La nuestra es una cura por la palabra. Aquí seguimos el hilo del Freud más humano (no nos olvidemos que su obra más famosa, “La interpretación de los sueños”, proviene de un trabajo de duelo por la muerte de su padre).
Tuvo el coraje de atender la demanda de su paciente Emmy von N. cuando le dijo: “Cállese Doctor Freud y escúcheme por favor” y prestó atención y vio como ésta anudaba palabras con sentimientos para esclarecer su dolor, dejó su posición de poder como médico para hacer partícipe al paciente del malestar que expresa.
Realizamos una cura donde las palabras son como naves que llevan el dolor a un puerto seguro donde se elabora.
La vida son afectos que nunca paran
Luego está el concepto del psicodinámico que no es más que en nuestra vida psíquica los vínculos afectivos construyeron y construyen nuestra identidad y un mundo interno hecho de emociones, recuerdos y experiencias que constantemente se están elaborando.
Ese mundo interno dota de una intimidad, de un estilo de afrontar la vida.
Ese trabajo constante, esa elaboración es lo dinámico. Reelaboro lo que sentí, lo que faltó, lo que me hizo feliz, lo que me marcó. Es un psiquismo sintiente que está siempre en movimiento.
Como es dinámico es por lo que se puede intervenir. Por lo que hay posibilidad de curación y modificación de sentimientos y creencias.
Ese trabajo el psiquismo lo realiza de una forma muy peculiar. No se hace en la conciencia. Su naturaleza es inconsciente.
Cuando mi intimidad no va bien en el devenir de la vida, a las dificultades del encuentro y la construcción de los vínculos afectivos le llamamos conflicto.
Los conflictos se manifiestan de muchas formas (odio, deuda, daño, culpa, vergüenza, dolor) y nuestro objetivo terapéutico es hacer algo con ellos.
Un encuentro que es cosa de dos
Todo esto no ocurre en un vacío. Se realiza en una relación terapeuta/consultante.
Ahí es donde se aprende de uno mismo en un entorno seguro y aquí está la diferencia más importante con el psicoanálisis y aparece lo que tenemos en común con otras terapias humanistas.
Se da mucha importancia a la espontaneidad y creatividad del terapeuta ya que no usamos sólo técnicas para descubrir y resolver conflictos sino también para apoyar, asegurar y comprender a quién acude a saber algo sobre su dolor.
Se crea una relación y un espacio entre dos.
Yo de un paciente no sé nada más que le quiero ayudar. Aprendo de él y con él en ese espacio creado y creativo y eso nos permite que conjuntamente esclarezcamos algo del daño, del dolor y la impotencia de quien nos consulta.
No nos quedamos en escuchar e intervenir. Escuchamos, apoyamos e intervenimos. Convocamos un encuentro, un acogimiento que conlleva cuestionamiento, sensibilidad y compromiso.
Más o menos algo de esto pude expresar a alguien que me pidió una explicación del trabajo terapéutico que practico.