– Como psicólogo has acompañado a muchas personas sufrientes

Cuento en el prólogo que creo que he sido (y todavía lo soy) un buen escuchador. La vida y los trabajos de sacerdote-jesuita, añadido a mi profesión de psicólogo clínico, me han regalado presencia y empatía. Para mí escuchar ha sido una forma de amar.

– Eres buen escuchador pero también eres un gran aficionado a la palabra ¿no? Recurres a ella como jesuita, psicólogo, escritor…

La psicoterapia se basa en la palabra, pero no en cualquier verborrea sino en una palabra que nombra la realidad y la expresa, que interacciona con el otro -o lo otro- y nos abre a una verdad dinámica y al misterio de la vida y las muertes que padecemos.

 – Amor, generosidad, autenticidad… valores a los que el Instituto de Interacción que tu co creaste ha intentado mantenerse fiel

Son valores que construyen humanidad, forman parte de la persona interactuante. La Ética habla sobre el bien y el mal y la Psicología sobre lo sano y lo insano, lo individual y lo colectivo. Necesitamos modelos no tanto para imitar sino para inspirarnos y aprender a elegir. Y necesitamos amor para amar lo elegido y desde lo elegido. El yo-tú que somos evoluciona con la edad y los acontecimientos vitales. Nos hacemos personas eligiendo y culminamos el camino, amando. Y de algún modo, todos los que integramos el Instituto de Interacción hemos tratado de tener esta dimensión en nuestro horizonte, con más o menos pericia.

 -¿Qué le dirías a alguien que en estos momentos de su vida está sufriendo?

Que somos más grandes que nuestros conflictos. Y esta no es una afirmación gratuita, es la constatación de nuestra estatura personal y de nuestros, muchas veces inexplorados, recursos humanos. Siempre hay espacio para la Esperanza.